¿Qué somos, clientes o personas?
A todo el mundo le gusta que lo traten bien, que lo mimen, que lo quieran… ¿Conoces a alguien que crea lo contrario? Seguro que no porque esto forma parte del ser humano. La evolución humana se ha forjado a partir de relaciones positivas, de confianza y de afecto; lo llevamos grabado en el ADN.
Pero, sobre todo, nos gusta que nos traten como lo que somos: personas. No como simples objetivos de los que sacar beneficio. Y parece que el mundo globalizado en el que vivimos se ha olvidado de qué o, mejor dicho, quién es lo que hace girar este mundo: las personas. Cada vez hay más maquinas y menos personas y, a causa de esto, el trato entre individuos va automatizándose más.
Y, ¿cómo se puede poner solución a esto? Es muy simple, siéntate un momento y piensa cómo te gustaría que te trataran a ti. Aunque seas emprendedor y tengas un negocio, ante todo eres una persona. Seguro que, como consumidor que también eres, sabes muy bien diferenciar la calidad de un negocio nada más entrar, y no estoy hablando de la calidad de los productos…
Te puede pasar a ti.
Ya puedes tener el mejor y más novedoso producto o servicio del mercado que si la competencia tiene lo mismo pero, además, ofrece un buen trato al cliente, será quién se lleve toda la clientela. Pero ahora no hablaremos sobre cuestiones relacionadas con los productos o servicios sino de lo que hay más allá de ellos.
Vamos a recrear una situación.
Imagina que necesitas algo, lo que sea, ahora eso da igual. Y decides ir al sitio donde puedes adquirirlo.
Imagínate que entras en el establecimiento y este no es demasiado agradable. No tiene una presencia bonita, no es muy acogedor, no está del todo limpio… La compra ya no empieza demasiado bien.
Comienzas a buscar eso que necesitas comprar y no lo encuentras, sigues buscando y nadie se acerca a ti para ayudarte. Cuando te cansas de buscar decides pedir ayuda a alguien y te topas con una persona que no te da demasiada confianza, no tiene una cara muy amigable, hasta parece que le moleste que le hayas hablado.
En fin… le comentas lo que necesitas y te hace el gran favor de ayudarte (no olvides agradecerle la molestia ;). Te enseña un par de modelos de eso que necesitas, uno más económico y otro más caro. Empieza a darte explicaciones de ambos productos pero notas que pone más énfasis en el que es más caro, parece que te lo quiera adjudicar sí o sí, aunque tú no ves del todo mal el más económico (y no es por cuestión de precio).
Llega el momento de decidir. ¿Cómo te sientes en ese momento? Yo, por ejemplo, saldría por la puerta del establecimiento sin más. Y, quizás, muchas de las personas que entren en él.
Lo que un cliente busca.
La primera impresión cuenta mucho. A todos nos gusta entrar en un sitio y sentir que eres bienvenido. Un lugar que invite a quedarse, limpio, ordenado, donde se sienta armonía. Además, las personas que hay dentro son parte del entorno, por tanto, deben tener una presencia agradable y una cara con expresión amigable.
Cuando necesitamos ayuda, nos gusta que alguien venga a atendernos con gran amabilidad e, imprescindible, con una gran sonrisa. Esto no es gratuito, es porque el cerebro humano responde positivamente a la sonrisa produciéndose en él un efecto relajante y de felicidad. Y si un cliente se siente relajado y feliz estará más accesibles y predispuestos a escuchar y tomar decisiones favorables en relación a la compra.
Pero, seguramente, lo que más nos importa es que esa persona que nos ayuda se interese por nuestras necesidades, que realmente parezca que se preocupa por nosotros, como si de un amigo se tratara. Como personas, nos gusta sentir confianza y sinceridad en la otra persona, y como clientes también. No olvidemos que las relaciones humanas que tienen éxito son las que se basan en estos principios.
Para ello, es imprescindible que nos expliquen todo lo bueno y lo malo que tienen las distintas opciones de entre las que podemos escoger. Puede que algo sea más caro, mejor para el empresario, pero si no va a satisfacer realmente nuestras necesidades y sí lo puede hacer la opción más económica, es mejor que nos recomienden esta última.
Tampoco debe olvidarse que un cliente lo es ahora y siempre. Nos gusta sentir que si, después de la compra, tenemos una duda o algún problema podremos volver al establecimiento en busca de ayuda con total libertad y tranquilidad.
Te invitamos a que reflexiones un poco acerca de todo esto. Ahora tienes la oportunidad de formar parte de ese grupo de personas que está empezando a cambiar el mundo de las ventas, haciendo que pueda ser un lugar mejor y más humano.
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